DE LO PSICOSOCIAL Y EL TIEMPO
En estas fechas, en las que se está planteando una reforma de la Ley 31/1995 de Prevención de Riesgos Laborales, aún seguimos en pañales en el ámbito de la salud mental laboral. Mucho ha llovido ya desde los primeros RRDD de desarrollo normativo que, por las razones que sean, esquivaron y muy bien la cuestión de cómo evaluar la salud mental en las empresas.
Esto, que suele atascarse mucho en las empresas, no es algo ni complejo ni imposible para personal formado y concienciado. No es cuestión tediosa para quien sabe de ello. Pero, por lo que sea, lo psicosocial es un terreno incómodo. Y lo es, qué duda cabe, porque apunta a las preguntas incómodas y aquellas cuestiones difíciles que ponen en entredicho tanto bombo y platillo y tantas medallas que se ponen los que salen a la palestra a vender las virtudes (y vicios) de su “magnífica” gestión y resultados.
Obvio es que no se vende aquello que no es bonito, ni bueno o que ni siquiera lo parece. Y no menos obvio es que no es oro todo lo que reluce.
En este maremágnum de teatrillos, dimes y diretes se encuentra un potencial enorme si se sabe explotar. Nos referimos al potencial que existe dentro de cada persona cuando se moviliza debidamente y ayuda a motivarse, que no es otra cosa que dar motivos para algo. Démosle motivos a un trabajador para trabajar a tope y lo hará. A veces, hasta a pesar de su propia salud.
Por lo tanto, la cuestión psicosocial parte de una base clara y concreta en la que se deben dar unas mínimas condiciones para que sea segura para las personas y adecuado para el rendimiento. Se trata de cuidar las condiciones de trabajo tanto como las condiciones de no-trabajo, de lo que pasa fuera del mismo. Tan importante es mantener un buen ritmo como saber bajarlo al terminar la jornada porque, de no hacerlo, ese trabajo estaría generando un impacto negativo en la persona que le llevará a tener problemas más tarde o más temprano. Y no me vengan luego con que si le pasa algo fuera del trabajo no es algo laboral, porque tanto su raíz, como su desarrollo ocurren en la índole laboral.
Esencial resulta también que el trabajo permita tener un motivación que se mantenga fuera del mismo porque, si no, ¿cómo se pretende cuidar la salud de una persona trabajadora que llega a casa a deshoras sin ganas para cocinar, mantener limpia la casa, hacer deporte, etc? La empresa y cómo ésta gestiona el trabajo es importante para que las personas puedan articular su vida alrededor de ese tiempo obligado y más nos vale que sea una gestión suficiente y adecuada para que el trabajador no quede relativamente mermado a la hora de plantearse opciones saludables que, además, no siempre son opciones rápidas y requieren de tiempo y ganas.
En multitud de empresas en las que evaluamos condiciones y situaciones variopintas, observamos un ingente presupuesto dedicado a medidas de atención al empleado, actividades de equipo, iniciativas saludables, etc… pero centrados en la mitigación del impacto más que en su prevención. En poner la tirita en vez de evitar la herida.
Quizá convendría apuntar a las condiciones del trabajo, al tiempo dedicado al mismo y comunicarse mejor con las personas para poder valorar qué necesitan realmente. A lo mejor es más sensato apoyar a una persona que trata con un cliente difícil o al que se le están pidiendo unos plazos draconianos que, ponerle unas piezas de fruta en la mano o darle un teléfono para que llame y le llore las penas a un completo desconocido.
De la misma forma, la salud es un terreno muy amplio como para pensar que puede quedar compartimentada y lo laboral afecta en gran medida al resto de áreas de la persona y viceversa. Atender a esta cuestión con la debida amplitud de miras es ayudar a las personas en la manera que más útil les puede resultar, cuestiones que suelen generar unos beneficios muy grandes en lo que a motivación y compromiso con la empresa respecta. Pero eso requiere de flexibilidad y escucha, virtudes que no parecen estar tan de moda en lo corporativo o, al menos, no en el nivel que se requeriría para que fueran efectivas realmente.
Otra cuestión es la regulación del grado de compromiso y dedicación que las personas movilizan para con la empresa, pues es esencial que se desconecte y descanse. Aquí, la empresa debe intervenir a veces en positivo, es decir, actuando hacia esos trabajadores que viven el exceso como norma y dedican más horas de las debidas a trabajar poniendo en serio riesgo su salud mental y física.
En definitiva, que se hace preciso darle una buena vuelta al ámbito de la salud mental laboral para hacer del lugar y tiempo de trabajo algo equilibrado y constructivo por parte de todos. Y que no estaría nada mal que esta reforma de la Ley de PRL trajera algún desarrollo, por mínimo que fuera, en el ámbito de lo psicosocial.