LA PERCEPCIÓN DEL RIESGO

“Ser es ser percibido” (George Berkeley)

La prevención nace y se hace. Como afirmación, implica la asunción de dos elementos esenciales para las personas:

  1. Que todas las personas tenemos un instinto de autoconservación que siempre está activo.
  2. Que ese instinto tiene diferentes grados de regulación y activación, según la exposición previa al riesgo que se haya dado, así como el afrontamiento realizado ante la misma.

Explicar por qué una persona con familia, trabajo estable y ganas de vivir se expone de maneras tan arriesgadas a perder todo eso siempre ha sido de gran interés. Cabe señalar que es una actitud natural que conlleva una serie de adaptaciones muy complejas a nivel emocional, cognitivo y conductual.

Hay que saber que normalmente las personas piensan que a ellas no les sucederán hechos negativos y sesgan la información y pensamientos que les llevan a ser conscientes del verdadero riesgo que corren. Esto se denomina “Sesgo de invulnerabilidad” y les permite a las personas “jugar” con las conductas de riesgo y potenciar su creencia en que controlan lo que hacen y que su experiencia les permite hacerlo.

Es una forma de no abordar el verdadero trasfondo de la acción peligrosa, centrando la atención en:

  • Las consecuencias beneficiosas de lo que se hace, ya que la persona desarrolla una habilidad importante que resulta muy reforzante.
  • La capacidad de trabajar en entornos de riesgo es estimulante, existiendo incluso patrones de personalidad con tendencia al riesgo.
  • Los refuerzos que se obtienen al realizar el trabajo, lo que contrarresta el mensaje de seguridad porque es radicalmente contradictorio con la experiencia del trabajador.

Todo lo anterior se refuerza de manera sólida con el tiempo, ya que cuanto más tiempo lleve la persona ejecutando la conducta de riesgo sin consecuencias negativas, más probable es que crea que no pasa nada y así minimice la realidad de la amenaza (Van Der Pleigt, 1996 & Weinstein, 1983, 1984) Es el comentario habitual cuando se para el trabajo y le dicen a la persona: “… pero si llevo veinte años haciendo esto y nunca me ha pasado nada…”

Por ello, si “ser es ser percibido”, sólo aquella inseguridad percibida y asumida será la que resulte atendida debidamente. Esto implica que el mensaje de seguridad y prevención que se envíe debe ser adecuado para que las personas entiendan que el riesgo tiene límites en cuanto a cuánto nos podemos acercar a él. Hay que ayudar a integrar la PRL en el trabajo diario, empezando por la base y por arriba. Debe pasarse de una seguridad “en negativo”, en la que la persona trabaja de manera insegura hasta que el peligro ya es demasiado grande y entonces detiene el trabajo… a una seguridad “en positivo”, en la que el trabajador se detiene antes de empezar a trabajar para valorar qué debe hacer y de qué debe disponer.

El proceso de guía para las personas debe realizarse con atención a la persona, con empatía que permita conectar, con sinceridad que permita hablar libremente y con confianza, y sin juicios de valor que bloquean la comunicación. Es una habilidad que puede entrenarse.

La cultura preventiva no existe como tal, se trata de los comportamientos de las personas en el momento concreto. Y nada resulta más indicativo de la cultura de una empresa que el que un trabajador paralice un trabajo antes de empezar porque no podrá hacerlo con la seguridad requerida.

Viktor Frankl (El hombre doliente, p. 251. Ed. Herber, 2000) mencionaba el hecho de que “… toda decisión obvia, espontánea y en este sentido inconsciente, constituye el último eslabón de toda cadena de decisiones donde la primera decisión, la originaria, la opción primordial, fue más o menos consciente.

Pero esta decisión primordial arrastra consigo otras muchas pos-decisiones, cada vez menos conscientes. Las decisiones son cada vez menos premeditadas, pero siguen siendo decisiones voluntarias, decisiones libres.”

De ello se puede concluir que del acto se deriva la actitud y que, si se cambia lo que se hace… se cambiar lo que se hará en el futuro. De ahí la importancia del ejemplo y la guía, así como de la vigilancia y el control del cumplimiento. O, como se le exige a figuras de autoridad públicas… cumplir y hacer cumplir”.

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